Vista aérea Silicon Roundabout

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Españoles en el Mundo

Españoles en la Antártida

Desde hace más de dos décadas España tiene presencia en la Antártida a través del Ministerio de Defensa y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

En la Antigüedad, los pensadores griegos dedujeron que si la Tierra era esférica, por simetría, debía tener una contrapartida continental a la masa continental del hemisferio norte en el hemisferio sur hacia latitudes polares, de este modo el cosmógrafo Claudio Ptolomeo confeccionó un célebre planisferio en el cual aparecía un inmenso territorio que en latín fue llamado Terra Australis Incognita (Tierra Austral Desconocida), cabe aclarar que la extensión dada a tal supuesto continente incluía zonas que corresponden no sólo a la Antártida propiamente dicha sino también a Australia, Nueva Zelanda y grandes extensiones oceánicas.

En 1520, Magallanes, al descubrir el estrecho que lleva hoy su nombre, creyó que la isla de Tierra del Fuego era un sector de la Terra Australis Incognita. La exploración de Francisco de Hoces descubrió el gran pasaje marítimo que separa América de la Antártida denominado mar de Hoces o Pasaje Drake.

La Antártida es el último continente del planeta Tierra en ser descubierto y poblado por el Homo sapiens. El descubrimiento del continente podría corresponder al explorador español Gabriel de Castilla, en 1603, quien habría llegado a los 64°S y avistado tierra en esas latitudes (que podría ser alguna de las islas Shetland del Sur), de acuerdo con el testimonio de 1607 de un marinero holandés que navegara con él, y una publicación también holandesa de 1622.

Españoles en la antartida

Ya en el siglo XVIII era frecuente que “foqueros” (cazadores de focas) españoles y sudamericanos (procedentes de los territorios que hoy corresponden a Chile y Argentina) llegasen a las Antillas del Sur y a las costas de la península Antártica durante los veranos. Testimonio de ello son las ruinas de pequeños refugios que construyeron. Sin embargo, la divulgación de la existencia concreta de este continente se efectuó a principios del siglo XIX, por parte de cazadores de focas y ballenas, que sólo permanecían el tiempo necesario para sus actividades de recolección, y luego salían antes del inicio del invierno polar.
Según algunos historiadores, el holandés Dirk Gerrits fue posiblemente el primero que vio superficie antártica, al navegar al sur del mar de Hoces (o Pasaje Drake) en el área de las Islas Shetland del Sur en 1599.

En septiembre de 1819 el navío de línea español San Telmo, de 74 cañones y 644 hombres de tripulación, desapareció en las tormentosas aguas al sur del cabo de Hornos, tras separarse de dos fragatas, con las que formaba una división con destino al Callao. Se cree, por los restos encontrados en la actualidad, y los testimonios de los balleneros ingleses y norteamericanos que pisaron aquellas tierras antárticas entre 1820 y 1821, que el San Telmo pudo llegar a esas inhóspitas tierras, e incluso pudo haber sobrevivido, durante un cierto tiempo, parte de su tripulación.

La exploración más sistemática del continente helado comienza con el siglo XX. En 1900, el Reino Unido volvió a enviar una expedición a la Antártida, bajo el mando del capitán Robert Falcon Scott. La expedición fue popularmente conocida por el nombre de su navío, el Discovery. La expedición exploró el mar de Ross y la tierra de Eduardo VII, y alcanzó el punto más meridional que ningún hombre había alcanzado hasta la fecha, cuando el 31 de diciembre de 1902 Scott, Ernest Shackleton y el doctor Edward Adrian Wilson alcanzaron la latitud 82º17'.

En 1907 Shackleton volvió a la Antártida al mando de su propia expedición, conocida como Expedición Nimrod. Su objetivo principal era la conquista del Polo Sur. Si bien este objetivo no fue cumplido, tuvo otros varios logros, como la realización de la primera ascensión al monte Erebus, la localización del Polo Sur Magnético por Mawson, David y McKay o los descubrimientos del glaciar Beardmore y de la meseta Antártica.

En 1910 dos expediciones más se dirigieron a la Antártida con el mismo objetivo, alcanzar el Polo Sur. Una de ellas era una expedición noruega comandada por Roald Amundsen, que años atrás había sido el primer hombre en franquear el Paso del Noroeste. La otra fue una expedición británica, comandada de nuevo por el capitán Scott. En el verano austral de 1911 ambas expediciones se dirigieron al Polo. Roald Amundsen utilizó como fuerza motriz perros groenlandeses y las enseñanzas y consejos de Fridtjof Nansen (así como su barco, el célebre Fram). Scott, en cambio, utilizó ponis para una primera etapa y la propia fuerza humana en la segunda. Roald Amundsen alcanzó el Polo Sur el 14 de diciembre de 1911; Scott lo hizo el 17-18 de enero de 1912. Mientras los noruegos no tuvieron mayores complicaciones, la mala planificación, unida a la mala fortuna, hizo que los cinco expedicionarios británicos que habían alcanzado el polo murieran en la travesía de regreso.

Bases antárticas de España

España tiene actualmente dos bases antárticas estivales situadas en las Islas Shetland del Sur, siendo utilizadas tan sólo en verano, a diferencia de otras bases que son permanentes todo el año. En la actualidad, se usan las bases para realizar numerosos estudios científicos, tanto biológicos, como geológicos, climatológicos, etc. En el caso de la base Gabriel de Castilla, también es de uso para la investigación militar. Estos experimentos se realizan sólo en verano, y sirven para obtener conclusiones muy valiosas.
En las últimas dos décadas centenares de científicos y militares españoles han visitado las bases antárticas, durante el corto período operativo que tienen coincidiendo con el verano austral entre noviembre y marzo.

El apoyo logístico y de mantenimiento lo realiza desde 1991 el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides apoyado por el BIO Las Palmas, ambos de la Armada española, aunque el Las Palmas, se espera que sea sustituido por un Buque de acción marítima modificado a tal efecto.

La primera base española que se abrió fue la Juan Carlos I en la península Hurd (delante de la bahía Sur) de la Isla Livingston. Abierta en enero de 1988, está gestionada por el Ministerio de Economía y Competitividad a través de la Unidad de Tecnología Marina del Centro Superior de Investigaciones Científicas y basa sus actividades en los alrededores de la península Hurd así como el establecimiento de un campamento temporal en la península Byers. Con la Campaña Antártica 2012-2013 ha cumplido veinticinco años de servicio.

La segunda es la base Gabriel de Castilla, gestionada por el Ejército de Tierra, situada en la volcánica isla Decepción. Abierta a finales de 1989 y principios de 1990, actualmente se están haciendo acampadas temporales dentro del mismo continente para probar la resistencia de equipos. Se está colaborando con los investigadores argentinos, posiblemente con vistas a instalar en el futuro una nueva base dentro del continente antártico, y no en las islas periféricas.

Los objetivos de las bases españolas son mantener la presencia de España en el territorio antártico, en cumplimiento a los acuerdos suscritos por dicho país en el marco del Tratado Antártico y sus Protocolos, velando por el estricto cumplimiento y respeto a la legislación internacional relativa a dicho continente. Asimismo colaborar en las labores de investigación científica realizadas en la isla Decepción y en aquellos otros lugares del territorio antártico que se determinen, mediante el apoyo en áreas como logística, alimentación, infraestructura, motores, sanidad, comunicaciones. gestión medioambiental, incluyendo monitorización del impacto medioambiental por actividades humanas como el turismo. También se controlan los desplazamientos en la zona, por tierra o mar y la seguridad ante situaciones de emergencia causadas por la orografía y la climatología. Finalmente el mantenimiento en adecuadas condiciones de empleo las instalaciones, material y equipo de la base antártica española Gabriel de Castilla, posibilitando el desarrollo de los trabajos de investigación y experimentación en condiciones de personal y con el menor impacto medioambiental posible en la zona, así como desarrollar proyectos de investigación y experimentación de interés para el Ejército de Tierra.

Carlos Piera
Fotos: Ministerio de Defensa, CSIC

 

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