Trueba y Mariscal apuestan al documental de animación musical y político en “dispararon al pianista” Memoria Gráfica

La película narra la desaparición del brillante pianista brasileño Tenorio Júnior durante la dictadura argentina en 1976

La desaparición de Francisco Tenorio Cerqueira Júnior (Río de Janeiro, 1941-Buenos Aires, 1976) el virtuoso pianista brasileño en los turbulentos años de dictadura argentina fue un misterio que desconcertó a aficionados y estudiosos durante décadas. Su vida y obra, marcadas por la colaboración con Vinicius de Moraes y Toquinho, tomaron un oscuro giro en medio de un clima político de represión y pavor, en una población que muchas veces prefirió mirar a otro lado mientras en buena parte de su territorio se cometían secuestros, torturas, violaciones y asesinatos, algunos tan viles como los de los llamados “Vuelos de la Muerte” en los que se arrojaba al Río de la Plata a hombres y mujeres vivos/as.

El documental de animación “Dispararon al pianista”, concebido y dirigido por Fernando Trueba con dibujos del ilustrador Javier Mariscal, quienes buscan repetir el éxito del formato de Chico y Rita (2010), está basado en un meticuloso trabajo de investigación llevado a cabo por Trueba en base a más de 150 horas de entrevistas durante dos décadas. Este complejo empeño busca valorizar la figura de uno de los pilares del incipiente movimiento del samba-jazz de Brasil en los años ´60 y ´70 y arrojar luz a los eventos que rodearon su desaparición al tiempo que explorar un legado artístico perdurable.

Tenorio Jr. no fue sólo un maestro del piano en solitario, sino que también se convirtió en colaborador clave de grupos como “Os Cobras”. Nacido en el barrio de Laranjeiras en Río de Janeiro, el joven Tenorio participó junto a los mejores en las veladas del mítico “Beco das Garrafas”, así como en los famosos locales cariocas de Lapa. Contando apenas 24 años firmó su único trabajo en solitario titulado Embalo, una joya inencontrable que Trueba localizó en Japón. De modo que cuando Vinicius de Moraes lo reclutó para su gira latinoamericana de 1976, “Tenorinho” como acostumbraba a llamarlo, era ya un instrumentista consagrado, dueño de una solvente trayectoria pianística y un lugar destacado como pionero del samba-jazz en Brasil.


 

Esta colaboración musical se vio enriquecida por la fusión de poesía y bossa-nova que de Moraes había popularizado con su disco de 1970 En la Fusa con María Creuza y Toquinho -grabado en vivo en Mar del Plata-, y buscada exprimir el fenómeno en toda la escena musical latinoamericana en un momento en el que el considerado capitán del barco de la música brasileña, Tom Jobim, se había trasladado a los EEUU para grabar sus canciones más intimistas en los discos Urubú o Matita Peré.

Sin embargo, este periodo de eclosión que vivían las músicas de Brasil se vio ensombrecido por las crecientes tensiones políticas en la región, provocadas por las políticas de EEUU dirigidas a instaurar regímenes dictatoriales en Latinoamérica y, paralelamente, avanzar con el Plan Cóndor: un programa diseñado para combatir a los grupos políticos de izquierda, asociaciones civiles, estudiantiles, sindicatos, e incluso ciudadanos que, por libre, desafiaran su ideario anticomunista. Su principal ideólogo, el recientemente fallecido a los 100, Henry Kissinger, secretario de Estado de EEUU bajo los mandatos de Nixon y Gerald Ford y hombre de confianza de Reagan, orientó a la CIA para que implementara dicho plan, capacitando a militares de toda la región sudamericana. Incluso algunos gobiernos elegidos democráticamente aceptaron de buen grado tales asesorías en la famosa Escuela de las Américas de Panamá, además de personal, financiación y armas, con tal de hacer frente a una supuesta sublevación comunista continental. El resultado final de dicha lucha fueron varias decenas de miles de muertos en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, Bolivia y Paraguay,

Desaparición en oscuras circunstancias

La más sangrienta de las dictaduras argentinas, que se extendió desde 1976 hasta 1983, dejó una cicatriz indeleble en la historia del Continente Sudamericano. El 18 de marzo de 1976, a escasos seis días del golpe de estado de Videla, el grupo de Vinicius de Moraes, cuyo pianista era Tenorio Jr. y que contaba a la guitarra con un barbilampiño Toquinho, recaló en Buenos Aires para actuar en el Teatro Gran Rex. Según contó el mismo de Moraes, tras la exitosa actuación, Tenorio salió del céntrico Hotel Normandie donde se alojaba el grupo, para buscar cigarrillos, analgésicos y unos sándwiches en los kioscos 24/7 de la Calle Corrientes. Y en la enrarecida madrugada porteña de esos días de hierro y plomo, en la esquina de Rodríguez Peña con Corrientes, el brasileño desapareció sin dejar rastro. Aquella aciaga noche, su amante argentina, Malena Barreto, una estudiante de botánica, estaba esperándolo en el Normandie. Tras décadas de doliente silencio, Barreto aceptó hablar con Trueba para el documental porque según declaró: “la obra de Tenorio no merece caer en el olvido”.

Los detalles exactos que rodearon su desaparición sólo terminaron desvelándose tres y cuatro décadas más tarde. Algunos informes sugirieron en su momento que había sido detenido merced a sus supuestas conexiones con movimientos políticos subversivos. La realidad, sin embargo, certificó que se trató más de un acto arbitrario de represión, una selección debida quizás a la apariencia bohemia del artista que pudo ser confundido con un militante de izquierdas. En definitiva, un acto de barbarie perpetrado contra alguien que estaba en el lugar y momento equivocados y que ilustra a la perfección la brutalidad indiscriminada de los regímenes represivos.

Encubrimiento de la dictadura

Una de las características más perturbadoras de la desaparición de Tenorio Jr. fue el velo de silencio impuesto por la dictadura de Videla. La falta de información, la omertá y la negativa a abordar públicamente el tema formaron parte de una maquinaria de encubrimiento diseñada para mantener el control y prevenir cualquier forma de disidencia. A pesar del denodado esfuerzo diplomático de Vinicius de Moraes -había ejercido como tal hasta 1969-, la dictadura tejió un manto de impunidad alrededor de sus acciones y la desaparición de Tenorio quedó atrapada en un entramado de secretos y opresión.

Una red de terror que, tras secuestrarlo y detenerlo en una comisaría cercana, lo trasladó hasta la ominosa ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) del barrio de Núñez y donde, según quedó esclarecido en 2013 gracias a los testimonios en juicio de Claudio Vallejos “El Gordo”, miembro del grupo de tareas de la ESMA y uno de sus secuestradores, el joven pianista, después de haber sido torturado durante varios días, fue asesinado de un disparo en los sótanos del citado edificio por el capitán Alfredo Astiz- el Angel Rubio, quien a sus 72 años, cumple condena en la cárcel de Ezeiza por crímenes de lesa humanidad.

Lo que Vinicius provocó, paradójicamente, al movilizar a sus contactos y a la prensa fue el encubrimiento del asesinato de los gobiernos de Isabelita Perón primero y de Videla, una vez asumió, dado que, constatado su error, jamás iban a desvelarlo. Los mismos servicios de inteligencia militar de Brasil conocieron de primera mano su secuestro y ejecución, pero lo ocultaron durante más de 30 años. Hasta el punto de que la esposa de Tenorio, Carmen Cerqueira -quien en el momento de la desaparición tenía 4 hijos y estaba embarazada del quinto- nunca pudo adquirir el estatus de viuda oficial.


 

Un legado musical que debía ser resignificado

Fernando Trueba, durante el estreno de “Dispararon..” fue inquirido sobre la elección de un caso tan trágico como motivo fílmico a lo que respondió: “no quiero hacer una película sobre un desaparecido, es más importante reconsiderarle como músico”. A pesar de que su ausencia se produjo muy tempranamente -no había cumplido los 35- el legado musical de Tenorio se puede cifrar no sólo en su mencionado LP Embalo, sino también en discos como E Samba Novo del baterista Edison Machado o Vagamente de la cantante Wanda Sá.

Su pianismo destaca por su riqueza y complejidad armónica, fusionando los géneros brasileños con la influencia del jazz como pocos lo hicieron antes que él. Autores y periodistas como Ruy Castro hablan de Tenorio como un émulo de Bill Evans, pero a la brasileña. Se podría decir que Tenorio redefinió el samba-jazz de los ´60 y ´70, trascendiendo los esquemas marcados por artistas más populares como Sergio Méndes en los primeros ´60 y sentando las bases de un movimiento que, más tarde, se vería vivificado gracias a figuras cono la pianista y cantante Tania María, el dúo Flora Purim y Airto Moreira en los ´80 o, ya en los ´90, pianistas tales como Rique Pantoja, Gilson Peranzzetta, Wagner Tiso o Leandro Braga.

Trueba, Mariscal y la búsqueda de respuestas

Más que simplemente explorar su desaparición, Trueba y Mariscal abordan la creatividad artística que definió a Tenorio Jr. y su contribución a la música universal. A través de entrevistas a grandes personajes de la música popular brasileña (MPB) y testigos claves de la carrera de tenorio como lo fueron Gilberto Gil, Tom Jobim, Chico Buarque, Caetano Veloso, Paulo Moura, Milton Nascimento además de los ya citados de Moraes y Toquinho, imágenes de archivo y momentos álgidos de su carrera, el filme teje los elementos que componen el misterio de su desaparición, al tiempo que rinde homenaje a su genialidad musical en una poderosa e icónica propuesta que aúna thriller, recreación documental y musical de animación.

La desaparición de Tenorio Jr. persiste como un enigma que suscita preguntas profundas sobre la justicia y la verdad históricas, a pesar de que la barbarie apagó su voz, el legado musical de Tenorio Jr. y este documental actúan como testimonios duraderos de su vida y obra. Este trágico episodio debe funcionar como un recordatorio de los sacrificios sufridos por aquellos que desafiaron -aún sin saberlo ni esperarlo, como fue el caso de Tenorio- la opresión y la injusticia, instando a mantener encendida la llama de la memoria histórica y la búsqueda incesante de la vedad.

Por Ezequiel Paz

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