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Sergio Molina, comisario de la exposición “Huir de la Miseria”
Sergio Molina: “Negar la migración es negarnos a nosotros mismos” Memoria Gráfica
Desde el pasado mes de diciembre y hasta el 31 de enero, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones acoge la exposición “Huir de la Miseria”: temporeros españoles en Europa, 1948-1990”. Desde Carta de España hablamos con el comisario de la muestra, Sergio Molina, doctor en Historia Contemporánea que nos habla de la importancia que ha tenido este movimiento en la historia de nuestro país y en poner en valor el concepto de Memoria Democrática.
1. ¿Qué podemos encontrar en la exposición Huir de la Miseria?
La exposición se centra en analizar la figura de los temporeros, es decir, de aquellos emigrantes que se iban a Europa con fecha de retorno. En la mayoría de las ocasiones estaba vinculado con labores agrícolas en Francia: remolacha, arroz, vendimia y fruta. Pero también en otros países, por ejemplo, en Suiza, en relación con la construcción. Una de las principales características de la emigración temporera es que siempre es de una duración inferior a nueve meses.
El principal objetivo de la exposición es tratar de recuperar a esta figura de la emigración temporera dentro de la historia de España. Si cogemos cualquier manual de historia de España de la segunda mitad del siglo XX, va a haber algunas referencias, aunque pocas, a lo que es la importancia de la emigración, pero sin embargo no vamos a encontrar referencias a lo que es la emigración temporera. Por ello, trato de poner en valor todo lo que fueron estos españoles y españolas que marcharon, centrándose en el periodo de 1948 a 1990.
El hecho de centrarme en este tema se basa en tres argumentos. En primer lugar, porque durante en los años sesenta y setenta superaron las 100.000 personas al año, según cifras oficiales, porque habría que añadir todo lo que son emigración ilegal, que era muy importante, pero no hay testimonios como para poder identificar esa emigración.
En segundo lugar, si nos fijamos, por ejemplo, a la zona la Safor, en Valencia, hay barrios que se conocen “de los franceses”, porque fueron construidos con el dinero que traían gran parte de estos emigrantes. Para tener una radiografía completa de nuestra sociedad española, tenemos que indagar en cuestiones tan básicas como el ascenso social de determinados hijos de temporeros: por qué pudieron estudiar, por qué pudieron montar negocios, por qué se construyeron las casas. Si no atendemos a esta emigración, no se comprende una parte importante de la evolución de la sociedad española de las provincias.
Y el tercer elemento, ya más histórico, del impacto que tenía, por ejemplo, en los años cincuenta y sesenta, numerosos alcaldes de pequeños municipios se quejaban a sus gobernadores civiles de que los pueblos se quedaban vacíos, de que entre el 60% y el 80% de la población emigraba durante un tiempo.
2. ¿Cuál es el objetivo de esta exposición?
Un objetivo de la exposición es hacer referencia a todo lo comentado, pero el segundo gran objetivo es tratar, no solo de poner de manifiesto la importancia de la emigración temporera, sino de incluir toda esa emigración temporera, una vez que mostramos que es importante, en todo lo que son los relatos de memoria democrática. Esto es importante en un contexto de auge, sobre todo, de movimientos de extrema derecha en los que se cuestiona todo lo relacionado con la emigración.
Es necesario no articular argumentos cuantitativos actuales, sino también echar la vista atrás. Y en ese sentido, hoy en día, que se analiza y se pone de manifiesto la relevancia de la memoria democrática, hay que insertar dentro del término de memoria democrática esos estudios que analizan el pasado traumático, pero también aquellas experiencias que fortalecieron el sistema democrático e insertar a esta emigración. Porque para gran parte de la emigración era la primera visita a Europa, a países democráticos. Y al mismo tiempo, si negamos ese tipo de migración, nos estamos negando a nosotros mismos, porque son nuestros antepasados más cercanos.
3. ¿Qué impacto tuvieron los temporeros en la economía, sociedad y política del momento?
En ese sentido, se puede hablar de, mínimo, dos grandes impactos. El primero para gran parte de estas familias fue el económico, situación que le da título a esta exposición, “Huir de la Miseria”. Se iban porque no tenían nada para comer. Esta economía era muy importante. La utilizaban para sobrevivir en la mayoría de los casos y para, por ejemplo, construirse las casas, montar negocios o que los hijos pudieran estudiar.
Pero ese no es el único impacto que tiene, el segundo gran impacto es social y político. Para gran parte de estos temporeros, que provienen de pequeños municipios de una parte relevante del país, sobre todo del sureste, se trataba de la primera vez que salían de sus pueblos, de sus provincias y, evidentemente, al extranjero. En ese sentido hay dos cuestiones que me parecen relevantes. La primera de ellas, se dan cuenta de que pueden ir a comprar y hablar de política; o pueden ir a un bar y que el de al lado esté hablando de política. De alguna manera empiezan a abrir los ojos. Y, por otra parte, las fuerzas del antifranquismo que estaban operando en gran parte en Europa, que tenían grandes redes a través de las emigraciones, primero de los exiliados y después de la emigración permanente, se van acercando a ellos. Y todas las fuerzas, sobre todo en un primer momento del partido comunista, después con comisiones obreras y después el partido socialista y UGT, van a establecer grandes campañas para ir a visitar a esos temporeros y, de alguna manera, entender estos movimientos temporeros como un marco de oportunidades para abrirle los ojos.
Nadie emigra porque quiere, emigra normalmente porque existe algún factor que te está expulsando. Si es político, es exilio en este caso, si es económico es por cuestiones de dinero. Y a través de esas cuestiones, mostrándole por qué se tiene que ir y al mismo tiempo, qué es lo que ofrecía, sirve para empezar a construir mentes democráticas y al volver a aquí saber qué es una democracia, saber cuál es la diferencia entre una democracia y el sistema en el que viven, qué son los partidos políticos y, en numerosas ocasiones, traerse propaganda del antifranquismo.
4. ¿Qué papel juega la emigración a la hora de comprender y poner en valor el concepto de Memoria Democrática? ¿Qué papel han tenido los temporeros en este sentido?
Hoy en día se trabaja mucho el término de Memoria Democrática. De hecho, en 2025 se están haciendo grandes actividades relacionadas con Memoria Democrática, con el aniversario del fallecimiento de Franco. En un primer momento, en un término más bien curado con todo lo que era la represión franquista, poco a poco se ha ido ensanchando a también tratar de mostrar todos aquellos acontecimientos y hechos que defendieron o sirvieron para construir democracia. En ese sentido, ahí es donde quiero enmarcar lo que es la emigración. La emigración no es solo un movimiento que está vinculado con cuestiones económicas, sino que el retorno de esa emigración supone la apertura de los ojos de una parte importante de los temporeros. Porque vienen de vivir o pasar pequeñas estancias en sociedades democráticas. Vienen aquí y se dan cuenta de lo que es vivir en una democracia y de lo que es vivir aquí. Sin ir más lejos, los temporeros iban en tren. No era lo mismo el tren francés que el tren español. Ahí empiezan a ver las diferencias.
5. ¿Consideras que se le ha dado poca importancia al movimiento migratorio de los temporeros?
Desde el punto de vista de análisis histórico es prácticamente un desconocido hasta ahora. Los trabajos que hemos realizado en los últimos años desde el seminario de Estudio del Franquismo en la Transición, son de los pocos estudios que se centran de analizar la figura de los temporeros. Además, la figura del temporero tiene demasiados límites. En el sentido de que cuando emigraba un temporero, parte de un país dictatorial. ¿Quién lo iba a defender en España? No había sindicatos, llega a otro país, ¿qué calado tiene el sindicato nacional de Francia o de Suiza sobre temporeros que vienen solo dos, tres meses, quince días, nueve meses? Ninguno. Porque además no hablan francés, no hablan inglés, no hablan otro idioma. Y segundo, no iban a militar en un sindicato extranjero
Por tanto, eso lo va convirtiendo en una figura desconocida, desprotegida y muchas veces tratada como un producto. Te cojo, te utilizo y después te devuelvo porque no me interesa que te quedes.
6. ¿Qué enseñanzas deben sacar las generaciones actuales de los movimientos migratorios en general? ¿Y del movimiento migratorio de los temporeros en particular?
Creo que es muy importante hacer pedagogía de lo que es la emigración e incluirlos en los libros divulgativos, no solo en los libros académicos, dentro de los relatos de la España de la segunda mitad del siglo XX. Porque estamos hablando de cronologías muy cercanas, en la que nos toca desde ya, sean nuestros abuelos o sean nuestros padres los que han tenido que emigrar. En ese sentido, mostrando esa realidad desde hace solo treinta, cuarenta años, nos sirve para tratar de argumentar lo que he comentado antes: negar las migraciones es negarnos a nosotros mismos, porque gran parte de nuestros recursos, de nuestras economías de subsistencia de los pequeños municipios, de los estudios de una parte de los jóvenes de aquellos momentos, se ha sustentado por esta emigración. Y, al mismo tiempo, parte de la construcción de la democracia que hoy en día tenemos está vinculada directamente con esos movimientos.
7. Actualmente somos un país que recibe centenares de temporeros cada año, provenientes principalmente de África, ¿cuáles son las semejanzas y diferencias este entre movimiento y el que protagonizamos los españoles en el siglo XX? ¿Qué enseñanzas deberíamos aplicar como país para mejorar las condiciones del sector?
Semejanzas hay bastantes en el sentido de que ambos movimientos están vinculados con labores agrícolas, en un contexto en que las sociedades nacionales encuentran trabajos más cómodos y dejan de ver atractivos trabajos agrícolas que tienen unas condiciones más duras. Pero nuestro pasado lo que nos debería de permitir es reflexionar sobre cuál es la función del temporero, cuál es la importancia que tiene el temporero en las sociedades receptoras y, al menos, trabajar para que tengan unas condiciones mejores de las que tuvieron los españoles en Europa en toda la segunda mitad del siglo XX.
Desde mi punto de vista, es necesaria una mayor protección. Desde que firman los contratos y salen de sus países, hasta que vuelven. Es decir, que se trate de tener mayor control sobre los alojamientos, sobre el viaje y sobre las condiciones laborales, puesto que todos los años siempre surge alguna polémica.
Es necesario tratar de mejorar estas estancias porque, al fin y al cabo, las sociedades, en este caso la española, necesitan cierta retroalimentación para labores que la sociedad, en teoría, nacional, no quiere cubrir. A partir de esa idea de que son muy importantes e imprescindibles y al mismo tiempo ver el pasado emigrante, con las dos cuestiones podemos trabajar en mejorar estas condiciones y, de alguna manera, no tratarlos como objetos, sino como personas.
8. ¿Nos podrías hablar sobre el próximo libro que tienes en proyecto?
Aunque trabajo temas de emigración, gran parte de mi actividad de investigación está relacionada con política europea. Me dedico, sobre todo, a dos grandes cuestiones: política de integración europea e historia de Europa con cuestiones agrícolas y pesqueras; y por otra parte, relaciones España-Francia. De hecho, mi tesis fue relaciones España-Francia y cómo influyó el debate agrícola en la entrada de España en las instituciones europeas.
Actualmente estoy trabajando en la primera línea, que es analizar qué importancia tiene la pesca en la política internacional. Es decir, es otro gran desconocido de la historia, no solemos prestar atención a cuestiones agrícolas o pesqueras, excepto cuando hay grandes debates como el que hubo en el mes de diciembre de 2024 sobre la negociación de las licencias y cuotas. Pero, sin embargo, estamos ante un tema que nos condiciona enormemente y nos ha condicionado desde los años 60 a la actualidad, en la relación con vecinos como Francia, Portugal o Marruecos, pero también con otros más lejanos, pero igualmente importantes, como Mauritania o Canadá.
En ese sentido estoy trabajando en un libro que se llamará “El poder del mar”, mostrando la importancia que tiene la pesca en las relaciones internacionales y la necesidad de prestarle atención. Como es un elemento capaz de condicionar la acción exterior de un país, a pesar de que su porcentaje de aportación al PIB es muy pequeño. Y luego, no olvidar, es un elemento esencial para todo lo que está vinculado con la política de alimentación, es decir, la seguridad alimentaria en un contexto en que cada vez hay una población mayor y, al mismo tiempo, tenemos cambio climático con lo que se está produciendo en los últimos años, por lo que hay una mayor tensión por el control de los recursos naturales. Se ve, por ejemplo, en África. Lo que pretendo es mostrar un análisis de todo ello y como se ha convertido la pesca en un elemento esencial.
9. Has sido galardonado con el V premio de investigadores nóveles 2018 de la Asociación de Historiadores del Presente y con el Premio Extraordinario de Doctorado en el curso 2020-2021, ¿qué supuso para ti recibir estos reconocimientos?
Fueron dos grandes noticias y, de alguna manera que servían para pensar que, todo el esfuerzo realizado de horas de archivo, de viajes por media Europa, han valido la pena. Al mismo tiempo, si me gustaría decir, un reconocimiento a mí como investigador, pero detrás también hay equipos en los que me he formado, seminarios de estudio del franquismo y transición en Albacete con Manuel Ortiz y Damián González, con los que he trabajado, sobre todo, historia social. Y después, aquí en Madrid, en la Universidad Complutense, todo lo que son política internacional, con el grupo de historia de Relaciones Internacionales, con Antonio Moreno, Carlos Sanz y Juan Carlos Pereira. Los dos premios sirvieron para, de alguna manera, valorar el trabajo que había hecho y, sobre todo, coger fuerza para seguir trabajando en esta misma línea.
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