Sarah Sanders: Una americana en Madrid Españoles en el Mundo

Demasiado americana para ser española y demasiado española para ser americana. Este es el secreto de la belleza y la vitalidad de la divertida Sarah Sanders, que tras ser una auténtica estrella televisiva en los años 90, acechada por la fama, se ha convertido al anonimato, en el que a pesar de sentirse cómoda, lucha por imponer su creatividad y su arte. Carta de España ha tenido la oportunidad de charlar con ella, de conocerla mejor y de dejarse contagiar por su por potente energía y su humor. Así es Sarah.

Sarah Sanders es lo que ves. No hay más (risas). Soy una madre soltera que llegó al mundo en España, en la base aérea de Torrejón de Ardoz, de padre americano y de madre inglesa. Mis padres llegaron a España en 1964. Abrieron una galería de arte en Medinaceli (Soria). Y ahí crecí hasta los 14 años, cuando me vine a Madrid, donde he vivido prácticamente toda mi vida. Me siento madrileña y soriana. Mi madre se mudó a Cádiz en el año 80 cerca de la playa de Bolonia y también me siento gaditana, porque siento que también es mi casa. Pero soy de todo el mundo, soy, sobre todo, Humana.

¿Cómo acabaron tus padres en Medinaceli?

MI padre era nieto de esclavos, se apuntó al ejército con 14 años y acabó en la marina, en la cocina y tuvo la suerte de viajar por todo el mundo. Pero su barco se hundió y quedó discapacitado, una discapacidad que consiguió superar a través del Arte. Se fue al Museo de Arte de Boston y allí conoció a mi madre, una inglesa de Londres, que también había acabado allí por las circunstancias de su propia vida. Se enamoraron en tiempos de la segregación racial y a pesar de todo lo que estaba ocurriendo, hubo un movimiento muy grande que se estaba generando en Boston. Ellos se casaron en secreto y como no podían vivir en los EEUU siendo una pareja mixta y tampoco tener hijos, acabaron en Medinaceli, camino de Portugal. Allí habían tratado muy bien a mi padre y quiso volver, pero por el camino pararon en este pueblecito tan bonito de Soria y se enamoraron de una casa que justo valía lo que ellos tenían, y muy valientemente, abrieron una galería de arte.

Estamos hablando de los años 60, ¿verdad?

Sí, en la España de Franco. La verdad es que el hecho de que hubiera bases americanas en España jugó un gran papel en que mis padres decidieran quedarse justo entre la de Torrejón y Zaragoza. Mi padre al ser jubilado de la marina, tuvo acceso a las bases hasta que yo cumplí los doce años. Podíamos viajar, utilizar el hospital, todo lo que había en la base y luego ya lo cortaron porque había muchos jubilados del ejército utilizando unas instalaciones que eran para los militares. Mi infancia fue con padres extranjeros, siempre me tocó traducir, siempre fui bilingüe desde muy pequeña, y no fue fácil ser extranjero en España en esa época. Además, era siempre un shock para todo el mundo que yo hablara castellano, me miraban como si fuera algo diabólico o, quizá, mágico.

Imagino que en Medinaceli tampoco habrían visto muchos afroamericanos…

Nunca, mi padre fue el primer negro que vieron y a través de mi padre luego conocieron a otros, porque mis padres hacían grandes fiestas con barbacoas e invitaban a todo el mundo.

Los padres de Sarah Sanders delante de la galería de arte en Medinaceli

En vuestra casa se creó un núcleo cultural

Al abrir la galería de arte, al año de estar allí, tuvieron la suerte de conocer a los integrantes del proyecto de Doctor Zhivago, que se rodó en gran parte en Soria, e hicieron migas con Anthony Mann y Geraldine Chaplin, que de repente trajeron a un montón de gente para ver a estos extranjeros hippies, -porque en realidad lo eran-, que había abierto una galería y empezó a venir mucha más gente al pueblo. En el pueblo ya se había dado un paso gigante al hacer de Medinaceli un monumento histórico nacional; entre los vecinos crearon lo que ahora es una colonia artística importante, porque otras personas también se animaron a abrir galerías. Empezaron a organizarse concursos de pintura. Al principio recuerdo que éramos 68 habitantes, había dos partes, y nosotros estábamos en la parte de arriba, donde está el arco romano que simboliza todos los monumentos históricos de España y el Castillo por donde pasó el Cid Campeador y la Reina Isabel la Católica. Fue un sitio vital en nuestra historia y es un pueblo fantástico.

¿Te has criado con la cultura y las tradiciones americanas?

En mi casa se hablaba inglés, se comía comida americana de la base que compartían todos nuestros amigos. De hecho, todos los que han comido en mi casa, son más grandes que la media española (risas). Éramos diferentes pero muy abiertos y acogedores. Yo también he estado en casa de todo el mundo, me daban de comer todos los vecinos, yo comía tres y cuatro veces al día, sin que mi madre lo supiera porque tenía mucha energía y corría de un lado para el otro. Yo recuerdo mi infancia con cariño, con caballos, con perros, gatos. Era una pedanía abandonada de la mano de Dios, pero era mágica y atraía a la gente. Entonces pasaba la carretera nacional por el pueblo y al ver el arco en la montaña, la gente se paraba y subía. Era un camino muy angosto pero se llegaba. Ahora ha crecido y cuesta reconocerlo. Del Medinaceli de mi infancia, -porque ahora ya voy menos-, sigo teniendo gente a la que quiero muchísimo.

El hecho de que hayas nacido un 4 de julio es también un símbolo, ¿no?

Efectivamente, nací el 4 de julio de 1966. Mi cumpleaños siempre ha sido importante para mí. Recuerdo que cuando era pequeña mi padre me llevaba a la base y yo creía que los fuegos artificiales eran para mí (risas). Pensaba: “Vaya fiesta que me ha montado mi padre”. Y siempre lo celebraban con barbacoas, porque venía gente de la base a comer. Las costillas de mi padre eran increíbles, de hecho él creó el primer sitio de costillas en la carretera de Barcelona, la receta era suya. La gente venía a comer y uno se llevaba una acuarela, una pintura, un cuadro. Era una vida muy artística.

 Y para plasmar toda esa infancia, has escrito un libro.

Escribí un libro que se llama el Arte de Vivir, que ahora estoy intentando llevar al cine o hacer una serie con ello. Lo estoy preparando por si alguien quiere contar esta historia apasionante de mis padres. Para mí, hombre, son mis padres, entonces lo veo de otra manera, pero es verdad que siempre he sabido que era una película, porque creo que llegar a un país sin hablar el idioma y crear una vida nueva es una aventura increíble. Mi padre no hablaba español, pero se sabía comunicar muy bien y, sin embargo, mi madre hablaba español pero nadie la entendía, porque la voluntad de entender siempre viene del otro. Y un hombre negro de un metro ochenta y cinco y una mujer blanca de uno ochenta, en un pueblo de Soria, pues era todo un espectáculo. Otra anécdota que recuerdo y que me marcó bastante es que el día que murió Franco, yo estaba interna y dijeron que nos teníamos que ir a casa y yo me alegré y me llevé un tortazo inexplicable, todavía me acuerdo lo que me dolió. Yo era una niña que se alegraba de irse a su casa… era otro mundo. Las generaciones posteriores no entienden lo duro que fue.

¿Te han contado o tú misma has vivido momentos de racismo?

En aquella época en España no había racismo porque no había gente de otras culturas, y, sin embargo, a mi padre, todo el mundo le conocía como El Negro. La primera vez que hizo de Rey Mago, los niños lloraban, porque veían que era diferente a lo que conocían. El racismo siempre ha estado ahí. En el colegio me decían que no iba a casarme nunca. Eso es algo que, aunque parezca mentira, afecta. Me han llamado panchita, de todo, pero es la falta de comprensión de la humanidad del otro y la presunción de que el otro es de una forma concreta. Tú te lo comes  y te hace más fuerte y de alguna manera ayudas al cambio también. Creo que lo más importante es educar dando ejemplo. Hoy hay mucho más racismo, entonces lo que había era clasismo. Mi padre como tenía una casa bonita y tenía dinero, pues no era tan extranjero.

Esas vivencias infantiles pueden ser la causa de que ahora seas una “mujer multitalentos”

Creo que cuando eres artistas y has nacido en una galería de arte y has mamado el arte, la creatividad supera la lógica. Simplemente tu naturaleza es ser creativo. A mí me gusta mucho aportar, sumar, yo me emociono mucho con los proyectos y pongo toda la carne en el asador, y a veces incluso, me adelanto. Y no es algo que se elige, o lo eres o no. A veces me hubiera gustado ser maestro de algo, en vez de aprendiz de todo, pero creo que todo lo que aprendes te hace crecer. Me gusta aprender cosas nuevas y ponerlas en práctica. Pero es difícil, la extranjería te acaba llevando a un tipo de vida más complicada, porque no tienes arraigo. Para sentir arraigo es importante tener un sitio al que volver. Sino , te tienes que agarrar a tus raíces, a tus recuerdos, a tus antepasados y llevar eso como bandera.

De hecho tú volviste a EEUU en algún momento

Me fui a EEUU en 2003, cuando mi carrera estaba en un buen lugar, había pasado una época de mucha fama, pero no me había gustado especialmente. A mí me gusta mi trabajo, la fama no me interesa como tal, es necesaria, porque sin ella, como estoy descubriendo, al final todo es mucho más difícil. Yo viví una época televisiva en la que estaba rodeada de grandes estrellas, de gente absolutamente fascinante como Lola Flores, Sarah Montiel, Carmen Sevilla y actores de la magnitud de Paco Rabal, Toni Leblanc. Era gente generosa y humilde, de la que se podía aprender mucho. Mi primer papel en el cine, me lo dieron por tener la piel oscura, ni siquiera tenía que hablar. De hecho fui “la negra” de casi todas las producciones de la década de los noventa. Y no fue por elección. No había papeles diferentes para mí, nadie contemplaba que yo fuese la mujer de alguien, o bien era la amante, o la prostituta o la criada. Esas eran mis opciones, y a pesar de eso, lo hice. Disfrutaba haciendo mi trabajo. Empecé en el teatro en 1988 y antes también trabajé como modelo. Mi primer papel de verdad me lo dio Jaime Chávarri en Yo soy el que tú buscas (1989), bajaba las escaleras con un abrigo de Elena Benaroch. Lo disfruté muchísimo y me fascinó. Era lo que yo quería hacer. Y trabajé durante casi treinta años seguidos.

Por qué decidiste irte a EEUU

Me fui porque me separé de mi marido y tenía el corazón roto. Fui de visita y me di cuenta de que no tenía nada esperándome aquí. En mi proceso de sanación descubrí que la vida me había llevado allí para encontrar una parte de mí que ignoraba: la parte de la Sarah americana. América fue un descubrimiento, me enamoré, adopté a mi hija y luego me separé y me vine a España de nuevo. Quise trabajar en EEUU, pero llegué un poco tarde, ya tenía cuarenta y pico años, y no encajaba en ningún canon, porque soy demasiado española para ser americana y demasiado americana para ser española. No soy lo suficientemente negra, ni lo suficientemente blanca. Ya no era tan guapa como cuando joven, que por guapa trabajé bastante. Y luego tenía otras expectativas, la madurez tiene eso, pero fueron doce años que me alegro de haber vivido. Sobre todo porque tengo a mi hija y porque me conocí mejor.

Y cómo vives ahora siendo una madre soltera

Mi hija la encontré en un orfanato en Marruecos, y en el momento en que la vi, supe que ella era mi hija. Y gracias a la gente que me apoyó para conseguirlo y mi marido entonces, conseguimos adoptarla. Llevo sola con ella doce años, es difícil, no voy a negarlo, pero estoy muy contenta. Tengo una hija buena, con buen corazón, y con mucha cabeza, y es el amor de mi vida. He sacrificado algunas cosas, pero ahora siento que hemos llegado a un punto en el que puedo volver a mi profesión de lleno y aunque está siendo una batalla diaria, creo que estoy avanzando en la dirección correcta.

¿De estar en la fama, cómo se puede pasar al anonimato? Este país olvida mucho.

Este país olvida muchísimo, de hecho yo soy de una generación de personas con muchísimo talento. Cuando lo pienso, se me saltan las lágrimas. Hay muchísima gente con mucho talento que no está teniendo la oportunidad de trabajar. No digo que las personas que trabajan no tienen talento, hay gente increíble. Pero hay mucha gente válida que se queda fuera, porque no tiene acceso. Cuando yo era joven había tres productores de cine y un productor de teatro gordo. Hoy hay mucha diversidad. Yo creo que hay que contar historias de todo tipo, pero yo soy positiva y confío en que al final todo se arregla, pero es verdad que aquí no cuidamos a nuestra gente. He conocido a Harry Belafonte, a Liza Minelli, han venido a España y los han tratado fabulosamente, pero luego a la gente de aquí los tratan peor. Es una profesión complicada.

¿Qué proyectos tienes entre manos?

Estoy esperando la salida de un corto, que rodé el año pasado y que se llama La Torre de los Americanos, de la productora AsomaCreaciones. He trabajado también con Paul Gipsy, en la película Culpa Nuestra (2025) y he obtenido un papel protagonista en la ópera prima del director Isaac Berrocal. Es mi primera incursión en el género de terror y estoy disfrutando muchísimo. También estoy escribiendo y con la función de El Banco, junto a mi compañero Carles Moreu y a Paco Maldonado, que la ha dirigido, la hemos sacado adelante y llevamos ya un montón de representaciones, en Madrid y otros puntos de la geografía española y luchando porque la gente la pueda ver.

Texto: Sonia Martín

Fotos: archivo personal de Sarah sanders

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NIPO: 121-21-001-7

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