Emigración, fotografía y memoria - Carta España
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Despedida de emigrantes. Manuel FERROL. 1956
Emigración, fotografía y memoria Enfoque
La exposición Memoria Gráfica de la Emigración Española es una aproximación fotográfica al fenómeno histórico de la emigración española con el objetivo de desvelarlo, retenerlo y mostrarlo para nosotros y para el futuro. Quiere contribuir a dar a conocer en forma de imágenes esta realidad que han recogido las cámaras fotográficas de distintas épocas.
La fotografía gana un poco de la dignidad que le falta cuando deja de ser reproducción de una realidad y nos enseña cosas que ya no existen.
Marcel Proust.
Si es cierto, como decía César Vallejo, que toda la mecánica social cabe en cuatro palabras: alejarse, quedarse, volver, partir, podemos convenir que pocos fenómenos sociales son tan dignos de atención artística, literaria, fotográfica o cinematográfica como el de la emigración, es decir el abandono del propio hogar para instalarse en un territorio extraño en busca de mejores condiciones de vida.
La emigración constituye un poderoso movimiento que recorre de manera decisiva la historia de España. La nueva vigencia que ha adquirido la emigración en la España de nuestros días de globalización, crisis y éxodos forzados ha servido para rescatar del olvido (si es que alguna vez cayó en él) la aventura de aquellos emigrantes de finales del siglo XIX y de mediados del siglo XX cuya peripecia vital pudo, por primera vez en la historia, ser plasmada y guardada para la posteridad en las placas y películas del invento fotográfico.
La exposición Memoria Gráfica de la Emigración Española es una aproximación fotográfica al fenómeno histórico de la emigración española con el objetivo de desvelarlo, retenerlo y mostrarlo para nosotros y para el futuro. Quiere contribuir a dar a conocer en forma de imágenes esta realidad que han recogido las cámaras fotográficas de distintas épocas.
La muestra pretende convertirse en una suerte de espacio simbólico para la reflexión sobre el papel que corresponde desempeñar a las nuevas generaciones de españoles que viven fuera de España en convivencia con las generaciones que les precedieron en el camino de la emigración o del exilio y sus descendientes.
EL ORIGEN
Esta exposición fotográfica se preparó a principios de 2000, por la entonces Dirección General de Emigración, para su exhibición por diversas ciudades españolas, pero debido al interés suscitado en la colonia española en el extranjero se decidió en 2006 trasladar las imágenes que la integran a distintas ciudades europeas, en especial a aquéllas con mayor presencia de emigrantes españoles, protagonistas de la aventura reflejada en las imágenes expuestas.
La exposición se mostró por primera vez, en Madrid, Valencia y La Coruña, cuando la realidad migratoria de España no era aún lo que posteriormente ha sido (un país de acogida de trabajadores de otros lugares) si bien ya había cesado la salida de españoles de décadas anteriores. Por eso, estas fotografías reflejaban una situación o un momento histórico que se veía desde la perspectiva con que se contempla el pasado.
Tras unos años de almacenamiento y reposo, se rescató de su embalaje para exponerla en la Universidad de Zurich, cuyo Departamento de Historia se había interesado por ella y había hecho gestiones a través del Consulado en esa ciudad para su cesión. Con este motivo, se decidió el inicio de un periplo de estas fotografías por diversas ciudades europeas, casi siempre en espacios de universidades o centros públicos.
De esta forma, tras su paso inicial por la ciudad suiza de Zurich, en noviembre de 2006, la muestra viajó en 2007 a Dusseldorf, a la Universidad de Nanterre en París, a Munich, a la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica) y finalmente a la Casa de España de Frankfurt, de nuevo en Alemania, donde permaneció hasta primeros del año 2008. Después se pudo visitar asimismo en las ciudades alemanas de Hannover-Nuremberg y Buxtehude y finalizó su periplo europeo de nuevo en Bruselas, donde se exhibió en la sede belga del Parlamento Europeo.
A partir de 2009, tras una actualización de su contenido, con la incorporación de nuevas fotografías del pasado emigratorio y del presente transciudadano y la creación de nuevas áreas temáticas sobre los movimientos de las personas de origen español por todo el globo terráqueo, y con otros procedimientos de reproducción que no implicaban el desplazamiento de los cuadros, la muestra se presentó en varios países iberoamericanos.
Comenzó su andadura americana en Sao Paulo, Brasil, para viajar después a otras ciudades brasileñas, como Niteroi, Río de Janeiro y Salvador de Bahía, donde se montó en dos espacios diferentes. En mayo de 2010 se llevó la muestra hasta el Centro Español de Lima (Perú), y en noviembre llegó a México, donde se hizo coincidir la exposición en el Ateneo Español de México con el Encuentro de Archivos Audiovisuales de la Emigración del Centro de Estudios de Migraciones y Exilios y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en el país.
En junio de 2011, la exposición desembarcó en Cuba, donde itineró por las ciudades de Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey y Santa Clara, y concluyó su periplo en La Habana, donde se exhibió en el Centro Gallego durante el mes de octubre.
Ese mismo año, se presentó en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas de Guadalajara (México), en el marco de la importante Feria Internacional del Libro (FIL) de dicha ciudad.
Paralelamente continuó su andadura por otras ciudades de Brasil, como Belo Horizonte y Brasilia. En los meses finales de 2012 se exhibió simultáneamente en la Universidad Claustro de Sor Juana, en Ciudad de México, y en la sede de la asociación La Patriótica, en Buenos Aires.
La última exhibición tuvo lugar en Caracas (Venezuela) y en el Centro Español de Bogotá (Colombia) en 2015, si bien parte de su contenido estuvo presente en una exposición especial en Santo Domingo (República Dominicana) en 2018.
En Estados Unidos por su parte, la Consejería Trabajo e Inmigración en la Embajada de España en Washington organizó entre 2010 y 2011 una muestra autónoma, que en parte aprovecha fondos de la Memoria Gráfica de la Emigración Española, para dar a conocer la historia de la emigración española en Estados Unidos y Puerto Rico, bajo el título de “Spaniards – Españoles en Estados Unidos y Puerto Rico desde 1880 hasta nuestros días”. Se pudo ver así en Washington, en San Juan de Puerto Rico, en Nueva York y más tarde en la costa oeste (Seattle, San Francisco, Los Ángeles).
Es interesante destacar que en esta tercera fase de exhibición se introdujo un factor de importante para adaptar el contenido y el sentido mismo de la muestra a los diferentes países de acogida de emigrantes y a los locales donde se muestran las fotos y los paneles explicativos que las acompañan y complementan, de manera que es posible imprimir las imágenes en tamaños diferentes según las características y dimensiones de del local y es posible añadir paneles y galerías fotográficas específicas de la colectividad emigrante particular del país o, incluso, la ciudad de exhibición.
No podemos olvidar, puesto que de una muestra fotográfica se trata, a esos grandes fotógrafos que plasmaron con su cámara la realidad de la despedida de los emigrantes, la dureza del viaje transoceánico, las condiciones de vida y de trabajo en los países de destino, la cotidianidad de la vida privada o asociativa de los emigrantes, la situación en que vivían quienes se quedaron en la tierra de origen,…
Los nombres históricos de Ferrol, Martí, Pato, Blanco, Iglesias, Vieitez, Monasor,… conviven con los actuales Lobato, Navia, García Rodero, Arrillaga, Díaz Burgos,… y con los cientos de fotógrafos anónimos a cuyo trabajo callado pretende hacer justicia esta exposición.
A través de estas fotografías -algunas emblemáticas y de gran interés histórico- se muestra una emigración histórica y una emigración relativamente reciente y, en general, relacionada con los viajes, la vida asociativa y laboral y la cotidiana existencia de los españoles del exilio y la emigración.
Su largo título, Memoria Gráfica de la Emigración Española, no es gratuito y cada una de las palabras que lo integran, memoria, gráfica, emigración y española, acota en cierta forma su contenido y su significado.
EMIGRACIÓN
En primer lugar, es una exposición que habla de la emigración.
El fenómeno migratorio es una constante de la historia de la humanidad desde que aquel grupo de bosquimanos abandonó el Kalahari hace 200.000 años hasta nuestros días, en que en torno al 3,5% de la humanidad (parece un porcentaje pobre, pero detrás de él se esconden más de 280 millones de personas) son emigrantes.
Respecto de este concepto, hay que precisar tres cuestiones. La primera, que cuando se habla de emigración en general se quiere aludir tanto a la emigración llamada económica como a la emigración política, es decir al exilio, fenómeno muy importante en el caso español, no sólo por el significativo exilio republicano tras la Guerra Civil, sino por el largo y recurrente episodio del exilio liberal a lo largo de todo el siglo XIX.
La segunda, que al hablar de emigración se alude también a su reverso, el retorno, a veces tan o más traumático que el viaje de ida por lo que tiene de regreso a una realidad imaginada que ya no existe o incluso de viaje de ida para quienes propiamente no vuelven a nada, porque ya nacieron en el lugar desde el que retornan y no donde nacieron y desde donde partieron sus padres o abuelos.
Y la tercera, que la contraposición entre emigración e inmigración es un recurso administrativo sustentado en un criterio estatista o nacionalista, pero es indudable que desde un punto de vista literario, artístico o personal la vivencia personal de quien emigra es igual en todos los casos, no importa la tierra, el país o el estado del que salga o al que llegue. Es lo mismo el gallego que emigra a Cuba que el mexicano que cruza el Río Grande, es igual el armenio que trabaja en Alemania que el siciliano que cocina en una pizzería de Manhattan, es igual el trabajador indio en el Golfo Pérsico que el empresario chino en África ecuatorial.
ESPAÑOLA
En segundo término, es una exposición sobre la emigración española, es decir sobre las personas que salieron del territorio español para vivir en otros países, a veces incluso en otros continentes.
La exposición de motivos de la Ley 40/2006, por la que se aprueba el Estatuto de la ciudadanía española en el exterior, reconoce esta realidad al comenzar así: La emigración es un fenómeno político, social y económico que ha conformado la historia de España desde su propio nacimiento como Estado en el siglo XV y de forma acentuada en la segunda mitad del siglo XIX y a mediados del siglo XX.
Aunque hoy España es sobre todo conocida (y de forma especial en América Latina) como país de destino de miles de inmigrantes de todo el mundo, no podemos olvidar que España es un “país de emigración”.
De ello da testimonio fehaciente el hecho de que su propio nacimiento como Estado moderno coincide en el tiempo (1492) con la llegada de Colón y sus tres naves al Nuevo Mundo y el inicio de tres siglos de colonización del continente americano. Este continuo proceso de trasvase de población española a América constituye quizá el fenómeno migratorio, entendido como desplazamiento pacífico de un país a otro por razones económicas o laborales, más antiguo de la era moderna y uno de los más prolongados de la historia.
No es un reflejo chovinista constatar que la emigración española ha sido muy dilatada en el tiempo, muy variada en las motivaciones (económicas, políticas, bélicas, laborales o profesionales), muy dispersa en cuanto a los lugares de destino (América, Europa, norte de África, Filipinas,…), muy rica en tipos y personajes (emigración golondrina, emigración asistida, ganchos, inspectores, colonos, indianos,…) y muy abundante en frutos documentales, artísticos, culturales, fotográficos, literarios,…
La gran migración transoceánica hacia América no tuvo lugar durante los siglos de las colonias (se calcula que entre los siglos XVI y XVIII se establecieron en los virreinatos americanos apenas 500.000 españoles) ni tampoco inmediatamente después de su ruptura con la metrópoli, debido tanto a la restrictiva legislación existente en España como a las crisis bélicas, políticas y económicas padecidas por muchos países latinoamericanos durante la primera mitad del siglo XIX (entre 1825 y 1880 llegaron otros 500.000 españoles a las recién independizadas repúblicas).
Es desde la permisiva Real Orden de 1853 y sobre todo a partir de la década de 1880 cuando, atraídos por la capacidad exportadora y la escasa mano de obra de países como Brasil, Uruguay o Argentina y con el objetivo puesto en la busca de una oportunidad de bienestar y progreso, se desata la gran oleada migratoria española a América, que se prolongará con altibajos hasta la crisis de 1929, alcanzando su cota más alta de salidas en los años inmediatamente anteriores a la Gran Guerra de 1914.
Aunque el deficiente recuento de los flujos y la emigración ilegal hacen difícil dar datos exactos, entre 3,5 y 4,7 millones de españoles (en su mayoría “varones jóvenes solteros”) salieron para ultramar desde 1880 (año en que comienzan a tomarse datos estadísticos) hasta 1930, con Cuba y Argentina como destinos preferentes.
Es la época que se ha llamado de la “emigración en masa” a Ultramar, en la que se distinguen tres modalidades migratorias:
- La emigración permanente, vinculada a la colonización y el trabajo en la industria, el comercio o los servicios.
- La emigración temporal, dirigida a la ejecución de obras.
- La emigración estacional, o emigración “golondrina”, vinculada a la agricultura de exportación.
El siglo XIX fue testigo también de algunos “casos especiales”, como la emigración al norte de África (en Argelia llegó a haber casi tantos españoles como franceses a finales del siglo, en su mayor parte jornaleros levantinos y andaluces que emigraban entre la sementera y la siega), el exilio de liberales a Londres o la continuada emigración a Francia, donde ya en 1931 había más de 350.000 españoles.
La crisis económica mundial desatada tras el crack bursátil de 1929 supuso un brusco corte de todo este flujo migratorio, acentuado más tarde por el estallido de la Guerra Civil. Ésta generó otro fenómeno migratorio de bien distinta condición: el exilio republicano, bando perdedor del enfrentamiento bélico. Francia, donde ya había unos 45.000 refugiados a finales de 1938, vio cruzar su frontera pirenaica a casi 500.000 exiliados entre enero y febrero de 1939, de los que apenas un año más tarde, con la Guerra Mundial ya iniciada, en torno a 350.000 retornaron a España. Mención aparte merece el exilio que llevó a México a un reducido pero muy significativo contingente de exiliados políticos que tuvieron una decisiva influencia en la vida intelectual del país de acogida.
Tras esos años de zozobra, las migraciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial tuvieron, en el caso de España, como destino preferente la Europa en reconstrucción de la posguerra, aunque en los años cincuenta todavía se mantuvo una importante emigración (en torno al medio millón de personas), procedente sobre todo de Galicia y Canarias, a países americanos en expansión, como Venezuela.
Esta emigración a Europa que se inicia en los años cincuenta se ha adjetivado como emigración económica, o laboral, y suponía el trasvase de mano de obra desde las regiones atrasadas del continente (Portugal, España, sur de Italia, Grecia, Turquía) a las más desarrolladas, en busca del trabajo que no se encontraba o se mal retribuía en los países de origen. En torno a tres millones de personas salieron de España con destino a Francia, Alemania o Suiza entre 1956 y 1975, en el marco de lo que se conoció como “emigración asistida”, aunque hubo también una significativa emigración clandestina, que según algunos estudiosos eleva hasta el doble las cifras oficiales.
La expansión demográfica, el éxodo rural, la reconstrucción europea, el deseo de mejora laboral y de salarios más elevados, sin olvidar la salida por razón de estudios o por motivos políticos, llevaron a hombres y mujeres, jóvenes, mayores y niños, a establecerse en países con una cultura y unas costumbres desconocidas y, a menudo, hostiles.
La paulatina mejora de las condiciones de vida, las crisis del petróleo de 1973 y de 1979 y el retorno a la democracia en España pusieron fin a esta tradición migratoria y quizá a todo ese ciclo histórico que conocemos como emigración española.
Más tarde, la entrada en la Unión Europea y el asentamiento del estado del bienestar transformaron a nuestro país en país de acogida de inmigrantes de todos los lugares del mundo. Hoy, rumanos, marroquíes, ecuatorianos, colombianos, ingleses, croatas, han hecho de España, por diferentes motivos y con distintas esperanzas, su segunda casa.
Basten estas pinceladas para constatar que España es sin duda un país de emigración, pero también es un “país de retorno”. Y lo es tanto por el espíritu, en el sentido de que todo emigrante sale para volver (el emigrante nunca decide quedarse, sino que “se va quedando”, como dice Eduardo Galeano) y acaricia siempre el deseo de volver (el “mito del retorno”) como por la frialdad de los datos: de los más de 7 millones de emigrantes que abandonaron el país en lo que se conoce como migraciones modernas (siglos XIX y XX), más de cinco y medio acabaron retornando a España.
Para entender lo que supone el retorno hay que aludir primero a la emigración, pues sólo el que sale primero puede volver después. No en balde se ha dicho que la emigración es un camino de doble sentido, por el que unas veces se va y otras se vuelve. O dicho con mayor crudeza: “regresar es como emigrar de nuevo”.
MEMORIA
En tercer lugar, es una exposición sobre la memoria, sobre lo que fue realidad en un tiempo pasado. Este carácter evocador es la única virtud que Proust reconocía a la fotografía, como instrumento de recuperación de un pasado perdido por el implacable paso del tiempo.
La memoria de la emigración alude pues a los recuerdos, relatos y experiencias compartidas que surgen en torno a los procesos migratorios, tanto en el plano individual como colectivo. Este concepto no solo abarca las vivencias personales de quienes dejan su lugar de origen, sino también la forma en que estas experiencias son recordadas, transmitidas y preservadas por las comunidades migrantes y sus descendientes. Es una construcción que se alimenta de múltiples fuentes, como relatos orales, fotografías, cartas, diarios, canciones y monumentos, así como de las historias que las familias y las comunidades emigrantes narran y reinterpretan a lo largo del tiempo.
La respuesta al pasado emigrante de España exige recuperar y mantener la “memoria” individual y colectiva de los emigrantes, así como sus mecanismos de relación y cooperación. Sus testimonios, conservados en cualquier soporte o formato (escrito, gráfico, audiovisual), pueden promover el conocimiento de esta experiencia y pueden servir, al mismo tiempo, como mecanismos de avance y progreso para determinar las políticas públicas del futuro..
Como se decía en el preámbulo de la primera edición del catálogo de la muestra, la reconstrucción de memoria emigrante no puede quedar en un mero afán historiográfico, sino que configura también una oportunidad para la creación de una narrativa histórica que reconozca su impacto en nuestra identidad colectiva, que sería muy distinta sin el bagaje de muchas generaciones que, por distintas causas, tomaron la decisión de emigrar de su tierra o se vieron obligados a exiliarse de ella.
La recuperación de la memoria de emigrantes y exiliados es fundamental para entender la historia y el lugar en el mundo de nuestro país, pero también un acto de justicia. Si, como decía Alfredo Zitarrosa, hay olvidos que queman y memorias que engrandecen, recordar y visibilizar el desarraigo y la angustia de quienes abandonaron su patria a lo largo del tiempo es un deber vital que nos engrandece a todos como comunidad nacional.
En resumen, el registro visual de la emigración es un recurso simbólico y cultural que permite que las experiencias de los emigrantes se conserven y se transmitan y reflexionar sobre el pasado emigrante de nuestros antepasados. Así se fomenta un sentido de pertenencia y continuidad, pero también se crea conciencia sobre el presente inmigrante de nuestra sociedad para tender puentes entre diferentes e impulsar el diálogo y la tolerancia frente a la intransigencia.
GRÁFICA
Y en cuarto lugar es una exposición gráfica.
El prisma de la memoria visual de la emigración española arroja luz en muchas direcciones y desde cada una de sus caras se observa un aspecto diferente del mismo fenómeno. Por fortuna, son muchos los documentos gráficos, fotos sobre todo, pero también dibujos, grabados y carteles, que se conservan y que han dejado constancia de la aventura migratoria de tantas personas a lo largo de tan largo período de tiempo y con tan variados destinos.
A través de la imagen fija o en movimiento podemos reconstruir en gran medida la historia de la emigración y asistir como testigos de privilegio a vivencias y sucesos que de otra manera nunca habríamos podido conocer.
Por lo que respecta a la fotografía, cuando transcurre la emigración en masa de finales del siglo XIX el invento de Niepce y Daguerre ha alcanzado, desde su presentación en enero de 1839, primero un rápido eco y luego un amplio desarrollo en nuestro país y por ello se convirtió en testigo fiel, como técnica y como arte, en forma de daguerrotipos, calotipos o ferrotipos, de todo este proceso migratorio. Ya en 1850, Kilburn retrató al general Cabrera durante su exilio en Londres y, en 1954, Heilmann a un grupo de refugiados españoles en Pau. Unos años más tarde, en 1874, el Vizconde de San Javier fotografía a una familia de nativos de Uganga en las colonias españolas de África, A partir de esta fecha son numerosos los testimonios fotográficos de la emigración a uno y otro lado del Atlántico o de los Pirineos.
La primera faceta de este universo que la fotografía ha ilustrado es precisamente la que muestra las causas de la emigración, es decir, cómo era la España de los últimos años del siglo XIX y primeros del XX o la de los años cincuenta y sesenta de este último. Asomarse a esta realidad es tanto como acercarse a la historia de la fotografía social o del fotoperiodismo en nuestro país, cosa que excede la finalidad de estas líneas. Pero si centramos la mirada exclusivamente en las fotografías que revelan cómo vivían antes de la partida quienes después iban a convertirse en emigrantes no puede dejar de mencionarse el papel crucial de publicaciones como el semanario La Ilustración Española y Americana, nacido en 1869, y las revistas Blanco y Negro, en 1891, y Nuevo Mundo, en 1895. A modo de ejemplo de esta primera cara de la emigración puede mencionarse el impresionante reportaje gráfico de Jesús Gombau sobre un pueblo salmantino, Boada, cuyos habitantes decidieron a principios del siglo XX emigrar en masa acogiéndose a la benevolencia del Presidente de la República Argentina. Fotógrafos como Baltasar Cué, Luis Ojeda Pérez, José Suárez, Felipe Manterola, Luis Escobar, Alfonso, o algunos más recientes, han testificado con sus placas las precarias condiciones de vida, sobre todo en la España rural, que impulsaba a sus habitantes a la emigración a la ciudad o al extranjero.
La documentación gráfica del viaje y del momento mismo de la salida para el lejano Nuevo Mundo o para la no menos desconocida Europa de posguerra, para contribuir al esfuerzo bélico de la Alemania Nazi o para el destierro y el exilio, con pasaje de tercera clase en barcos transatlánticos o amontonados en trenes para Centro Europa, ha encontrado cronistas excepcionales en Ángel Blanco, Hermes Pato, Jean Mohr o Manuel Ferrol, cuya serie de fotografías del embarque para América de un grupo de emigrantes gallegos en el puerto de La Coruña el 27 de noviembre de 1957 ha adquirido la condición de clásica.
La crónica de la llegada y de la vida y el trabajo en el país de destino es quizá la cara del prisma que arroja una luz a la vez más intensa y más difusa. Intensa porque es la suma de los cientos de miles de fotografías que documentan la vida cotidiana, asociativa, laboral, de los cientos de miles de emigrantes y exiliados que abandonaron España en las dos grandes oleadas migratorias habidas en nuestro país o a raíz de la Guerra Civil. Difusa porque tan ingente cantidad de material se encuentra disperso en manos de los propios emigrantes o sus descendientes, de los centros y asociaciones constituidas por ellos, de los periódicos y revistas de la emigración, de los archivos e instituciones que han emprendido, muchos años después, la recuperación y catalogación de este valioso patrimonio gráfico.
En este sentido no es posible dejar de citar la valiosa labor de recuperación de la memoria gráfica de la emigración acometida con entrega y dedicación por Manuel Maya, director del centenario periódico llanisco El Oriente de Asturias, por el Archivo de Indianos de Colombres y el Museu del Pueblo de Asturias de Gijón, por el Consejo de la Cultura Gallega y su Arquivo da Emigración Galega (con más de 8.000 documentos gráficos en diferentes soportes), por el Fondo de Fotografía Histórica de Canarias o el Centro de Documentación de la Fundación Primero de Mayo, por poner algunos ejemplos. A los que hay que sumar los esfuerzos realizados en los países de destino como el Archivo General de la Nación en México, el Memorial do Inmigrante en Brasil o el Museo Nacional del Emigrante de Argentina.
Si bien es cierto que la mayoría de los nombres de los fotógrafos, aficionados o profesionales, que testimoniaron la peripecia vital y laboral de los españoles en América ha quedado en el olvido o el anonimato, sí podemos en cambio mencionar a los fotógrafos que acompañaron a los trabajadores españoles en su aventura migratoria en Europa: Jean Mohr, Pablo L. Monasor, Xurxo Lobato,… Tampoco es posible abordar esta materia sin citar de forma prominente la labor de la llamada prensa de la emigración, en su doble vertiente: las publicaciones editadas en España sobre y para el mundo de la emigración, con El Oriente de Asturias como cabecera decana, y las publicaciones creadas por los propios emigrantes o sus centros y asociaciones en los países de destino, en sus variopintas formas de diarios, gacetillas, boletines, revistas, folletos, etc.
Capítulo aparte merecen las exposiciones directamente organizadas por el Instituto Español de Emigración o la Dirección General de la Ciudadanía Española en el Exterior o que desde estos organismos se ha contribuido a levantar. Entre las más significativas están las de España fuera de España, De la España que emigra a la España que acoge y El exilio de los niños, organizadas por la Fundación Francisco Largo Caballero, Nosotros también fuimos los otros o Migraventura, llevadas a cabo por la Fundación Directa.
Creo que es de justicia hacer mención especial en este apartado a Carta de España, publicación decana de la prensa institucional española, que desde enero de 1960, con su original formato de carta postal, hasta la actualidad, ha venido informando a los españoles del extranjero, primero de la cara amable de la España oficial que se quería trasladar a los emigrantes y después de las políticas públicas dirigidas a la ciudadanía española en el exterior.
La digitalización y puesta a disposición del público de su vasto archivo fotográfico (más de 30.000 documentos gráficos en soporte de papel o diapositiva) es sin duda un hito para el estudio del fenómeno migratorio español.
Se puede acceder a visualizar en baja resolución estas fotografías en la dirección: https://www.inclusion.gob.es/web/archivo-grafico-de-carta-de-espana
Salida de emigrantes para Belgica. IGLESIAS. 1957
Por último, pero no menos importante, aparece otra cara de la emigración, cual es su impacto en las vidas de quienes se quedaron en el pueblo o ciudad de origen y fueron también a su manera protagonistas del fenómeno, en la medida que sufrían la ausencia de los emigrados, se beneficiaban de sus remesas de dinero, intercambiaban cartas y fotos con los ausentes, los recibían al volver o los lloraban al perderlos para siempre. A esta otra cara del prisma nos acerca de un modo sencillo e impactante la obra de Virxilio Vieitez, cuyas fotos de la vida cotidiana de los que se quedaron en su Galicia natal, según su propio testimonio, habían inundado toda América, pues eran enviadas por los parientes de aquí a los de allá en gráfico intercambio de los avatares de sus existencias: bautizos, bodas, entierros.
Otro aspecto, que ahora no puede ser tratado en extensión, es el de las entidades, públicas y privadas, que han contribuido con sus fondos, proyectos y actividades a difundir toda esta memoria a través del fomento de la investigación y la difusión de las fotos en exposiciones, libros, conferencias,…
En definitiva, las fotografías de esta exposición son documentos visuales de la historia de la emigración: desde la despedida de los seres queridos que quedaban en la aldea a las celebraciones de bautizos, bodas o entierros allende el mar, pasando por las peripecias del viaje en barco o en tren, cada imagen cuenta una historia que puede ser compartida con futuras generaciones.
De esta forma, la fotografía va más allá de capturar imágenes: actúa como un puente entre el pasado y el presente, nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, asegurando que las historias de nuestros antepasados no se conviertan en polvo de olvido.
Recopilatorio Memoria gráfica de la Emigración Española
José Julio Rodríguez
Noviembre de 2024
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