“Escribe para que la gente se divierta”: la edad de oro de la cultura de quiosco

Cultura y Sociedad

La novela de bolsillo, junto con los tebeos y las radionovelas, constituyó durante varias décadas el alimento cultural de millones de españoles. Sus autores, capaces de poner en los quioscos miles de títulos de todos los géneros, fueron menospreciados por la cultura oficial y hoy son nombres desconocidos que Carta de España recupera para los más jóvenes

Excepción hecha de Corín Tellado, autora confesa de casi 5.000 títulos de “novela rosa”, Marcial Lafuente Estefanía, artesano de más de 2.500 novelas del oeste, y José Mallorquí, creador del personaje de El Coyote, los verdaderos nombres de los autores de esa catarata de títulos, que inundaban los quioscos cada semana y cuyos sobados ejemplares seguían pasando de mano en mano de sus ávidos lectores durante años, permanecen en el anonimato y el olvido.

Sea por tratarse de militares del bando perdedor de la guerra, sea para esconder su identidad de la portada de un producto de ínfima valoración cultural, sea por buscar mayor impacto comercial con un nombre de resonancias anglosajonas, la mayor parte de la novela popular española fue firmada con seudónimos.

Ya durante el primer tercio del siglo XX, con la influencia de las dime novel y los pulps norteamericanos, la literatura popular española se fue alejando del drama folletinesco decimonónico y comenzó a incorporar argumentos más modernos y atractivas portadas en color, aunque manteniendo el modelo seriado en fascículos de bajo precio. A través de editoriales como Gato Negro (nacida en 1910 y antecesora de Bruguera), Sopena, Marco o Vincit se popularizan personajes como Fu-Manchú, Fantomas, Nick Carter, Raffles, Bufalo Bill o Rocambole, en colecciones agrupadas por su temática: de bandidos, de aventuras, de pieles rojas, de detectives, de piratas, de espadas, etc.

Pero la verdadera edad de oro de la novela de quiosco se inicia tras la guerra y se extiende hasta la llegada arrasadora de la televisión, vinculada a una serie de editoriales especializadas en este tipo de literatura de bolsillo, barata y de fácil consumo, como Bruguera, Toray o Molino.

Éstas son algunos de los nombres de quienes estuvieron detrás de esta explosión de títulos y páginas, unidos por dos rasgos comunes: su increíble velocidad de escritura y el recurrente recurso al seudónimo para ocultar su personalidad y en busca de una pátina anglosajona más comercial.

Federico Mediante Noceda (1887-1950)

Pionero de la novela policiaca, Federico Mediante Noceda usó entre otros los seudónimos de Fred Baxter y H.A Wayton. A los 14 años se embarcó para Argentina para conocer mundo y luego se ganó la vida como acomodador y “explicador" de películas en los albores del cine mudo. Tras ejercer como periodista en Ribadeo, donde le sorprendió la guerra, comenzó su carrera literaria escribiendo “novelas de gauchos” para pasar después al género de intriga. Su novela La señorita detective (1943) está protagonizada por Diana Fletcher, alias Vasilika Ramosky, la primera investigadora de la literatura española.

Fidel Prado Duque (1891-1970)

Aunque es conocido sobre todo por ser el autor de la letra del cuplé “El novio de la muerte”, cantada por la célebre Lola Montes, que, una vez transformada su música y cambiado su ritmo, se convirtió en himno de la Legión, Fidel Prado Duque trabajó como periodista y guionista de historietas y firmó con el seudónimo F. P. Duke su colaboración en la colección “Servicio Secreto”.

Guillermo López Hipkiss (1902-1957)

Vivió durante su infancia en el Reino Unido y, tras trabajar como marino mercante, comenzó su carrera para la editorial Molino como traductor de la serie Guillermo, de Richmal Crompton, y de Agatha Christie. Cultivó sin desmayo todos los géneros de la literatura de quiosco, en especial el criminal y el folletín aventurero, fue coautor del vibrante ciclo Nick Carter y creó personajes clásicos, como el aristócrata Lincoln Fields, el investigador Ramón Trévelez, Yuma, y sobre todo el millonario Milton Drake, alias El Encapuchado, de enorme éxito.

Rafael Segovia Ramos (1902-1971)

Crítico teatral en la revista “Espectáculos”, dramaturgo y reconocido letrista de zarzuelas antes de la guerra, Rafael Segovia Ramos estuvo a punto de ser fusilado por simpatizar con el alzamiento y acabó encausado por comunista en 1940. Llegada la paz, alternó los seudónimos de Jack Grey para sus novelas policiacas y de Raf Segram para las del oeste.

estefania

Marcial Lafuente Estefanía (1903-1984)

Escribió unas 2.600 novelas del oeste y es sin duda el máximo representante del género en España, además de un icono de la cultura popular. Aunque conocido sobre todo por su nombre verdadero, también utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce y para firmar novelas rosas María Luisa Beorlegui (su esposa) y Cecilia de Iraluce. Sus hijos, Francisco o Federico, e incluso su nieto Federico, han seguido escribiendo novelas bajo la firma de M. L. Estefanía.

Ingeniero industrial de profesión, recorrió entre 1928 y 1931 gran parte de los Estados Unidos, lo que le sirvió luego para ambientar sus historias, cuyos detalles de atmósfera y localización son rigurosamente exactos. Durante la Guerra Civil española llegó a ser general de Artillería del Ejército Republicano en el frente de Toledo y tras ella estuvo encarcelado, siendo en prisión donde comenzó a escribir “prácticamente en un rollo de papel higiénico”.

Sus primeras obras, tras recuperar libertad, fueron policiacas y románticas, y firmadas con pseudónimos, pero a partir de 1943 se dedicó en exclusiva a las novelas del oeste, en formato octavilla y no más de cien páginas, bajo las siglas M. L. Estefanía, primero en la editorial viguesa Cíes y luego en Bruguera, siguiendo siempre el consejo de Enrique Jardiel Poncela: «Escribe para que la gente se divierta, es la única forma de ganar dinero con esto». Con esta premisa, sus violentas y entretenidas historias inundaron durante varias décadas los quioscos de España e Hispanoamérica e incluso de Estados Unidos.

Eduardo de Guzmán Espinosa (1908-1991)

De joven se había ganado la vida escribiendo cartas por encargo para personas analfabetas, también pasó por la cárcel, por su militancia anarquista, condenado muerte en el mismo consejo de guerra sumarísimo que juzgó al poeta Miguel Hernández. Inhabilitado a perpetuidad para ejercer su profesión de periodista tras lograr la libertad condicional en 1943, se dedicó a escribir unas novelas policíacas y del oeste bajo diversos seudónimos, entre ellos los de Edward Goodman y Eddie Thorny. En 1972 publicó Aurora de sangre en la que cuenta la historia de la joven feminista Hildegart Rodríguez Carballeira, asesinada por su madre en 1933; la obra fue adaptada al cine por Fernando Fernán Gómez con el nombre Mi hija Hildegart. En los años siguientes publicó una monumental y premiada trilogía autobiográfica sobre la guerra civil y la posguerra.

Arsenio Olcina Esteve (1909-1997)

Periodista desde la adolescencia y también militante en el bando republicano, Arsenio Olcina Esteve desarrolló toda su carrera con un solo seudónimo, A. Rolcest, y escribió más de 500 novelas del oeste, fundamentalmente para las editoriales Bruguera y Valenciana, con la que colaboró además para la colección “Comandos”.

José Mallorquí Figuerola (1913-1972)

Inició su carrera literaria en 1933 como traductor para de la Editorial Molino y escribiendo relatos cortos de complemento para la célebre "Biblioteca Oro" y episodios sobre antiguos héroes del folletín para la serie “Popular Molino". A partir de 1937 escribe todas las novelas cortas que integran la colección "La Novela Deportiva" (44 publicadas en Argentina durante la guerra y 12 en España), así como biografías de conquistadores y novelas de detectives, y traducciones de clásicos del suspense para la serie "Hombres Audaces".
En 1943 publicó, bajo el seudónimo de Carter Mulford, en la colección "Novelas del Oeste" de la editorial Clíper la primera aventura de su personaje más emblemático y quizás el único con proyección internacional: El Coyote. Inspirado en "El Zorro", creado por Johnston McCulley, Mallorquí escribió, hasta 1953, 192 novelas con este personaje, cuyas aventuras saltaron a otros formatos: revista de cómics (con dibujos de Batet), álbumes de cromos, películas, números especiales.

Mallorquí creó también un personaje más oscuro y menos exitoso, el sanguinario Juanito "Jíbaro" Vargas, y probó fortuna en el ámbito de la ciencia ficción con la colección “Futuro”, de corta duración.

Pedro Víctor Debrigode Dugi (1914-1982)

El prolífico Pedro Víctor Debrigode Dugi escribió centenares de títulos de todos los géneros, aunque destacó sobre todo en el terreno de la novela de aventuras y de la novela policíaca. De padre francés y madre corsa, Debrigode recibió una esmerada educación, pero la guerra truncó sus estudios de Derecho. Alistado inicialmente en el bando nacional, fue acusado de espionaje, abandono de destino y malversación de caudales, pasando por distintos penales hasta salir en libertad en 1945.

En sus más de 1.000 novelas, las primeras escritas todavía en prisión, utilizó un amplísimo abanico de seudónimos, siendo los más importantes Peter Debry –para su narrativa policíaca y del oeste- y Arnaldo Visconti -para su narrativa de aventuras-, con el que llevó a los quioscos títulos legendarios como Diego Montes, El Halcón, El galante aventurero y, de forma muy especial, El pirata negro.

María Luisa Villardefrancos Legrande (1915-1975)

Fue desde 1944 otra de las autoras más destacadas de novela rosa, sobre todo en la popular colección “Y échate a volar”, además de cultivar el cuento infantil y las historias religiosas.

Luisa-María Linares (1915-1986)

Tras perder a su marido en la Guerra Civil con 21 años, Luisa-María Linares se vio impelida a escribir para sacar adelante a sus dos hijas. Cultivó la novela romántica desde 1939 (con la exitosa En poder de Barba Azul) y su obra logró amplia difusión en Francia, además de ser reiteradamente llevada al teatro y al cine.

Enrique Sánchez Pascual (1918-1996)

Fue otro de los autores a quienes las circunstancias históricas (Guerra Civil, exilio en Francia y prisión) abocaron a ganarse la vida bajo seudónimo (Alan Comet y Alex Simmons, los más conocidos) en la poco prestigiosa narrativa popular. Trabajador a destajo, cultivó todos los géneros y todos los formatos, escribió en francés novelas de temática bélica, colaboró con Félix Rodríguez de la Fuente, llegó a ser un apreciable fotógrafo y hasta ganó premios de poesía.

Luis García Lecha (1919-2005)

Funcionario de prisiones en excedencia, fue el fecundo autor, sobre todo bajo el seudónimo de Clark Carrados, de más de dos mil novelitas de gran variedad de géneros (ciencia ficción, western, bélico, policíaco y terror), para editoriales como Toray (de la que fue durante años el autor estrella), Bruguera, Ediciones B, Editorial Andina y Ediciones Ceres. También escribió artículos de humor para DDT y guionizó historietas de aventuras, en especial de la serie “Hazañas bélicas”. En Bruguera se encargó de novelar para el público de habla hispana las aventuras de la famosa familia Cartwright en la colección “Bonanza” y fue el autor que más títulos publicó en la serie “La Conquista del Espacio”.

Enrique Jarnés Bergua (1919-1986)

También abandonó su carrera de Derecho para ingresar como voluntario en el ejército Requeté de Aragón y tras la guerra llegó a ser General de Brigada de Infantería y Jefe del Servicio de Publicaciones del Estado Mayor. Aunque brilló como guionista de los tebeos y el serial radiofónico de Diego Valor, escribió multitud de novelas de aventuras con el seudónimo, entre otros, de Eirik Jarber.

Pascual Enguídanos Usach (1923-2006)

El decano de la ciencia ficción española, con el seudónimo de George H. White, es Pascual Enguídanos Usach. Comenzó su andadura como escritor en las colecciones de Editorial Valenciana “Comandos”, “Policía Montada” o “Western”, y luego colaboraría en la Editorial Bruguera en “Oeste”, “Servicio Secreto” y “La Conquista del Espacio”. Dentro de sus noventa y cinco novelas dedicadas al género de la ciencia-ficción, cincuenta y cuatro se inscriben en la llamada Saga de los Aznar, publicada entre 1953 y 1958 en la serie “Luchadores del Espacio” y que tuvo una segunda parte entre 1973 y 1978. Esta novela-río fue galardonada en Bruselas en 1978 como mejor serie europea de ficción científica.

Miguel Oliveros Tovar (1924-1985)

Miguel Oliveros Tovar es sobre todo Keith Luger, otro de esos seudónimos míticos de la historia del bolsilibro, autor de 915 títulos de terror, ciencia ficción, policial, espionaje, aventuras, rosa y del oeste.

María del Socorro Tellado López (1927-2009)

Icono de la cultura popular, Corín Tellado es el nombre literario de María del Socorro Tellado López, reina absoluta de la novela romántica y, con sus casi 5.000 títulos y más de 400 millones de ejemplares vendidos, la más prolífica, la más traducida y la más leída autora de la novela de quiosco de España.

Francisco González Ledesma (1927-2015)

Caso especial es el de Francisco González Ledesma (1927-2015), que transitó desde el mundo de la historieta y la novela popular, donde se consagró, con el seudónimo de Silver Kane como autor de más de 1.000 novelas del oeste, románticas y de terror, a la literatura “seria”, hasta el punto de ser considerado uno de los impulsores de la novela negra de corte social en España.
Juan Gallardo Muñoz (1929-2006) es el nombre verdadero del mítico Curtis Garland, autor de más de 2.000 bolsilibros de novela negra, de terror, de ciencia ficción o del Oeste para Bruguera, Toray y Rollán.

Mª Victoria Rodoreda Sayol (1931-2010)

Fue otra gran coleccionista de seudónimos (Dorian Lane es quizá el más conocido), bajo cuya sombra escribió cientos de guiones de historietas y de novelas de todos los géneros, desde el romántico y fantástico dirigido al público infantil femenino hasta el bélico, el policíaco o el de suspense más dirigido al masculino.
El reconocido escritor y dramaturgo Javier Tomeo Estallo (1932-2013) se estrenó en el mundo literario en los años cincuenta, tras licenciarse en Criminología, escribiendo para Bruguera novelas del oeste y de terror (y hasta una Historia de la esclavitud) con pseudónimos anglosajones como Frantz Keller.

Antonio Vera Ramírez (1934)

Tras abandonar en 1962 su seguro trabajo en la banca, ha escrito más de 1.100 títulos de todos los géneros para más de 120 colecciones editoriales españolas y unas 60 series en el extranjero, con diversos seudónimos, entre los que sobresale el de Lou Carrigan.

Rafael Barberán Domínguez (1939)

Es autor, junto a su esposa Àngels Gimeno, de más de mil de novelas de ciencia ficción y de terror gótico, con el seudónimo de Ralph Barby,
Durante décadas,

Ángel Torres Quesada (1940)

Durante décadas, compartió el quehacer literario con el trabajo en su obrador de pastelería. Tras su primer relato para la Editorial Valenciana en 1963 escribió numerosos bolsilibros de ciencia ficción para Bruguera, con pseudónimos como Alex Towers y A. Thorkent, y sobre todo su obra más popular: la Saga del Orden Estelar, una serie de novelas de ciencia ficción del subgénero de “imperios estelares”.

Francisco Javier Miguel Gómez (1965)

Por edad, Francisco Javier Miguel Gómez no puede ser incluido en la edad dorada de las novelas de quiosco, pero su precocidad (publicó su primer bolsilibro con 17 años) le hace merecedor de figurar entre los epígonos de los años de decadencia. Con el seudónimo de Lem Ryan llegó a escribir para Ceres y Bruguera docenas de novelas de ciencia ficción, terror, fantasía, oeste, policíaco e incluso deportivo.

Guillermo Sautier Casaseca (1910-1980) y Víctor Mora Pujadas (1931-2016)

Aunque ganasen su reconocimiento popular fuera del ámbito de la novela, como guionistas de seriales radiofónicos o de historietas, no es posible olvidar los nombres de Guillermo Sautier Casaseca, cuyas radionovelas, como Lo que no muere –en colaboración con Luisa Alberca- y sobre todo Ama Rosa –junto con Rafael Barón, marcaron toda una época y a varias generaciones de oyentes, y de Víctor Mora Pujadas, creador de personajes míticos del tebeo y de la cultura popular española, como El Capitán Trueno, El Jabato, El Sheriff King o Dani Futuro. Ambos cultivaron también la novela, entre el drama y lo romántico en el caso del primero, de corte más social e histórico en el caso de Mora.

José María Canellas Casals (1902-1977) y Jesús Navarro Carrión (1920-2005)

Es este mismo caso, aunque menos conocidos, se encuentran José María Canellas Casals, autor de multitud de folletines y guiones de cómic para la editorial Marco y que durante la Guerra Civil trabajó en las revistas de propaganda Pelayos (con el seudónimo de Augusto Benjamín) y Flecha; Jesús Navarro Carrión, prolífico autor de novelas “de a duro”, con seudónimos como Cliff Bradley o Jeff Lassiter para las policíacas o del Oeste y Pedro Roger para las románticas, pero que alcanzó fama sobre todo como guionista de películas de terror y westerns

Jorge Gubern y Ribalta (1924-1996)

Destacado directivo de la Editorial Brugera que escribió en su juventud, con el sobrenombre de Mark Halloran, muchas novelas para la serie “Servicio Secreto”.

La discutible calidad literaria de una buena parte de esta ingente producción novelística, como señala José Carlos Canalda, no empaña su impacto sociológico y cultural sobre varias generaciones de españoles, y también de otros países, que se iniciaron en la lectura con estos productos menores de talentos, en ocasiones, mucho mayores.

J. Rodher

 

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