Intervención de agradecimiento de la secretaria de Estado de Empleo, María Luz Rodríguez
14/07/2011
En el acto de entrega de la Medalla de Oro al Servicio Público de Empleo Estatal
Intervención de agradecimiento de la secretaria de Estado de Empleo, María Luz Rodríguez
Tema:
El galardón está concecido por la Fundación Santa María la Real.
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14 de julio de 2011.- Muchas gracias a la Fundación Santa María la Real y muchas gracias a José María Pérez, Peridis, inspirador y parte fundamental en el nacimiento y el desarrollo de las Escuelas Taller en España, que han sido referencia y ejemplo de buenas prácticas en Europa.
Muchas gracias por la concesión de esta medalla, en mi nombre y sobre todo en el de todos los trabajadores y trabajadoras del Servicio Público de Empleo.
Las Escuelas Taller llevan funcionando 25 años. Es ya mucho tiempo y durante ese tiempo, cerca de 10.000 escuelas han formado a casi medio millón de jóvenes, en oficios y en sectores que, en muchos casos, se encontraban en trance de desaparecer. Han facilitado la inserción profesional y el primer" empleo de cientos de miles de personas, sobre todo de zonas rurales y fuera de los grandes núcleos urbanos. Han permitido que miles de jóvenes españoles se reintegraran de nuevo a los estudios, que pudieran alcanzar la titulación de enseñanza obligatoria; pero sobre todo, les han dado un futuro que antes no tenían. Por eso, por construir ese futuro, los promotores, los miles de directores y directoras, de monitores y monitoras que han enseñado a tantos jóvenes muchos más que una profesión, porque les han enseñado a trabajar y a vivir, merecen en un día corno hoy todo nuestro agradecimiento.
Pero es que además, las Escuelas Taller han cambiado la cara de nuestras ciudades y de nuestros pueblos, como probablemente ninguna otra iniciativa lo había hecho antes. Los "chicos y chicas" de las Escuelas Taller han restaurado murallas y castillos, han levantado molinos de viento o de agua, han devuelto la luz a plazas y a cascos históricos, han puesto en valor conventos y monasterios. Detrás de la mayoría de las iniciativas de turismo rural, de desarrollo local, de emprendedores, de centros artesanales, museos de naturaleza o centros de interpretación que hallamos en cualquier rincón de España, está la historia de una Escuela Taller.
En este país en el que estamos tan acostumbrados a mirar con asombro, a veces inmerecido, a las ideas que nos vienen de fuera tenemos mucho que presumir de las Escuelas Taller. La idea simple y rotunda de "Aprender trabajando y trabajar aprendiendo" no sólo ha sido a menudo la carta de presentación de nuestras políticas de empleo en Europa, sino que se ha extendido a Iberoamérica, donde las Escuelas Taller han formando a casi 10 mil alumnos en 127 proyectos, y a África Occidental, donde han ofrecido una oportunidad a cientos de jóvenes que se veían empujados a arriesgar la vida en un peligroso viaje hasta las costas de Canarias o de la Península. Por cierto, también algunos de los que finalmente llegaron a nuestro país fueron acogidos en las Escuelas Taller.
Al principio, hace 25 años, en el nacimiento de todo esto estuvo la Fundación Santa María la Real, de Aguilar de Campóo, y José María Pérez, por eso es tan valiosa esta medalla, precisamente por venir de donde viene y de quien viene. Un reconocimiento público que, como decía antes, recibo en nombre de todos los trabajadores y trabajadoras del Servicio Público de Empleo, del antiguo y querido INEM. Porque esta medalla la entiendo como agradecimiento a todos ellos, a las más de 22.000 personas que trabajan en los servicios públicos de empleo para atender a más de cinco millones y medio de personas, cuatro millones de ellas en situación de desempleo.
Un número altísimo de usuarios, que ha crecido mucho y muy rápidamente en muy poco tiempo. Sólo en los últimos tres años, el número de personas que acuden al servicio público de empleo casi se ha multiplicado por dos.
Y se ha multiplicado porque vivimos momentos difíciles, los momentos de la que probablemente sea la mayor crisis mundial desde hace ochenta años. Una crisis que se fraguó en los despachos de algunos brokers financieros, pero que no se vive allí, ni enlas salas de reunión de las agencias de calificación, ni probablemente en los mercados. Una crisis que se vive cada día en cada una de las 750 oficinas del Servicio Público de Empleo, convertidas en el primer puerto a donde acuden los que pierden su trabajo. Allí llegan las personas que pierden su empleo e inician la aventura a veces nada fácil de conseguir otro, lo hacen solas, pensando en sus familias, con angustia, miedo y desesperanza. Y allí son recibidos y ayudados, con calor y con profesionalidad, por los trabajadores y trabajadoras del servicio público de empleo.
Ellos se encargan de que casi 3 millones de personas tengan cada mes un ingreso, una renta que asegura a cientos de miles de familias una protección frente al desempleo y la crisis. Ellos y ellas son la cara y las manos de la solidaridad de nuestro país con los que peor lo están pasando. Y lo hacen muy bien y muy rápido. Tardamos como media un día en tramitar las solicitudes de una prestación o de un subsidio por desempleo. Y en 18 provincias se reconocen en el momento.
Pero además los trabajadores y trabajadoras de los servicios públicos de empleo gestionan cada año más de medio millón de ofertas de empleo. En 2010, a través de los servicios públicos de empleo, se formaron 5,7 millones de trabajadores, incluyendo ocupados y desempleados, prácticamente tantos alumnos como escolares hay en la educación obligatoria. Los trabajadores y trabajadoras de los servicios públicos de empleo gestionan y mantienen en pleno rendimiento la que es sin duda la mayor red de cooperación público-privada de España. Articulan en favor del empleo el esfuerzo de más de 50.000 entidades de todo tipo, Universidades, la mayoría de los municipios, los Cabildos, las Diputaciones Provinciales, organizaciones sindicales y empresariales, las Cámaras de Comercio, organismos autónomos, empresas, ahora también las agencias de colocación, asociaciones y, por supuesto, fundaciones como la de Santa María la Real.
Por todo ese trabajo y porque a menudo lo hacen en silencio, sin reconocimiento público, cuando no sufriendo la incomprensión de algunos. Por todo eso, gracias a todos ellos y todas ellas, y gracias a José María y a la Fundación Santa María la Real por reconocer con esta medalla ese trabajo y esfuerzo.