NIPO: 121-21-001-7
El propio Alberto Martí cuenta que su trabajo fotográfico le hizo conocer todas las azoteas, tejados, cornisas, antenas militares y sitios altos de La Coruña, incluidas las altísimas grúas del puerto, a las que trepaba como un gato y desde las que retrataba los embarques de emigrantes de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Desde la altura o a ras de suelo, su cámara fue testigo de la salida de aquellos grandes vapores y buques de transporte y de los adioses entre quienes partían a ultramar y quienes quedaban en tierra.
Fotógrafo atrevido e inquieto, de los de «máquinas grandes con trípode y todo», Martí se siente coruñés, porque desde los dos años vive en La Coruña, aunque nació en Santiago el 14 de marzo de 1922. Empezó a trabajar a los diez años de niño de los recados y luego empleado de laboratorio en la tienda de fotografía de Ángel Blanco en la calle Real.
Despidiendo a familiares emigrantes, A Coruña, 1957
Cuando el señor Blanco se quiso jubilar, en 1953, le traspasó el negocio por un buen precio, y Martí acabó abriendo hasta ocho tiendas de fotos en la ciudad, en las que llegó a tener 30 trabajadores. En 1982, un accidente de automóvil provocado por un conductor borracho le provocó 33 fracturas y el estallido de cráneo y hubo de abandonar su negocio.
Discípulo de Blanco, de Pedro Ferrer y de Ksado (Luis Casado), de Santiago, y compañero de fatigas de Cancelo, Martí retrató durante cinco décadas a sus paisanos en alumbramientos, bautizos, comuniones, bodas, entierros, actividades deportivas, accidentes o despedidas, a niños y mayores, a campesinos y marineros, y a esos emigrantes de ojos asustados, llorosos y expectantes que partían a hacer las Américas de los muelles de Coruña y Vigo.
Niña sobre maletas, esperando a su madre, A Coruña, 1963
A sus más de 90 años, Alberto Martí continúa ordenando sus miles (¡tal vez un millón!) de negativos y, aunque lleva más de veinte años jubilado, sus fotografías se han seguido publicando hasta entrado el siglo XXI en la sección “Tal como éramos” de La Voz de Galicia.
J. Rodher